Patrimonio Histórico
Una de las pocas pinturas murales de extraordinaria factura, plasmadas hace más de cuatrocientos años en el interior del Muro Testero de la antigua Iglesia “Santa Ana” de Sincos, perdura como testimonio de una civilización y su practica en la fe religiosa católica, elaborada con la técnica “al fresco” a base de colores materiales disueltos en agua y cal, aplicados a la pared previamente preparada con estuco.
El bello mural fue trabajado bajo el beneplácito y gestión de la Orden Religiosa Franciscana (1) en el último tercio del siglo XVl, cuando dicha Iglesia se constituyó como eje del adoctrinamiento católico del entonces Repartimiento de Hurin Guanca, de la provincia de Xausa y posterior Doctrina de la Guardianía del pueblo de Mito, desde principios del siglo XVll.
La pintura de formidable factura que actualmente se aprecia de manera parcial , formaba parte de un conjunto de decoraciones pictóricas: en los muros laterales de la nave de la Iglesia, en el alto y bajo coro, en los tijerales y en la cubierta, con motivos sobre pasajes bíblicos, y sobre la vida de los santos de la Orden Religiosa, logrando un acabado que deslumbraba a los feligreses, por su colorido y contenido, constituyéndose en un “Discurso en Imágenes”, cuya lectura no solo afianzaba la creencia en las doctrinas de una Religión Occidental impuesta en esta parte del “Nuevo mundo”, sino que, se convertía en un elemento narrativo didáctico e impactante, que sellaba la orientación de la fe en el individuo. “...un arte eclesiástico, usado para decorar y para poblar con su esplendor las naves…de los templos...como tal su función era esencialmente didáctica, educativa. Estaba llamada a satisfacer…la inconmensurable necesidad catequizadora…en pleno proceso de transculturización” ( Stastny: 1967: 29).
La particularidad de su valor artístico se caracteriza por tres aspectos fundamentales: el discurso narrativo, la propuesta estilística y el nivel estético.
En lo narrativo el mural se estructura con íconos del Antiguo y Nuevo Testamento, representaciones de Santos Evangélicos, Ángeles Músicos y Querubines, acompañados de simbología religiosa y monogramas, embellecidos con ornamentaciones a base de una mixtura propias del clasicismo y mestizaje. El mural que emula un altar, se divide en dos cuerpos: en el primer cuerpo se detalla dos pilastras clásicas ubicadas a los extremos, cuyos frisos son decorados con Querubines en diversas expresiones, follajes entrelazados, escenas de pasajes bíblicos en primer plano sobre las pilastras. En el segundo cuerpo, descansa un enorme friso sobre el entablamento del primero, con motivo central de una cartela, flanqueada por dos Ángeles y coronada por un Querubín, en los laterales, decoraciones de follajes y ornamentaciones florales con plantas, frutos y aves propias de la Región Central. A modo de remate se plasma la imagen de Dios Padre, flanqueada por Ángeles Músicos, rodeado de resplandores y Querubines en diversos gestos faciales. Toda esta riqueza iconográfica, está cargada de una simbología y significación valiosa que amerita un estudio semiótico respectivo.
En cuanto a su propuesta estilística, hay una clara influencia de la Pintura Románica con elementos Manieristas y sobre todo del prototipo estético del pintor Jesuita Italiano Bernardo Bitti, quien durante su permanencia en diversas ciudades del Perú, formo artistas locales, en su función de “…artista Institucional al servicio de la catequesis…” (Macera: 1993:29), y es de suponer que el autor de éste mural fuese uno de sus discípulos.
Estéticamente logra una particularidad en el uso del Color Pigmento, propio de la cultura andina, por lo chirriante de sus gamas cromáticas en una aplicación plana y una formidable utilización del Color Luz en el juego del claroscuro de significante expresión. Sus formas son redondas y rectas creando un movimiento y ritmo dinámico, por su composición, con mayor peso de líneas oblicuas y curvas dentro de una estructura de formas horizontales y verticales y por su cromatismo de tonos cálidos, generando una armonía y equilibrio, extraordinariamente complementadas por el buen uso de sus ejes compositivos y la adecuada aplicación de sus proporciones, logrando una expresión de gran calidad artística y convirtiéndose en el mejor legado para nuestra cultura.
La trascendencia de este bello e histórico mural debe ser preservado y rescatado del abandono y descuido en que se encuentra por desconocimiento y desestima de las autoridades y comunidad en general, para convertirlo en un importante recurso turístico de esta parte de la Región
HEBNER CUADROS.
Hyo. 27/04/2008.
(1) Algunos investigadores señalan que, la Orden Religiosa de los Dominicos, antecedió a los Franciscanos en las primeras décadas de la Conquista Española, con la advocación de “Santa Ana” de Sincos, sin embargo no hemos accedido a ningún documento probatorio.
HEBNER CUADROS.
Hyo. 27/04/2008.
(1) Algunos investigadores señalan que, la Orden Religiosa de los Dominicos, antecedió a los Franciscanos en las primeras décadas de la Conquista Española, con la advocación de “Santa Ana” de Sincos, sin embargo no hemos accedido a ningún documento probatorio.
Referencias:
1993 Macera, Pablo. La Pintura Mural Andina siglo XVl – XlX. Editorial Milla Batres, primera edición. 1967 Stastny , Francisco. Breve Historia del Arte en el Perú. Editorial Universo.
1993 Macera, Pablo. La Pintura Mural Andina siglo XVl – XlX. Editorial Milla Batres, primera edición. 1967 Stastny , Francisco. Breve Historia del Arte en el Perú. Editorial Universo.
Mayor información sobre el tema comunicarse a: hatunapu@hotmail.com
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